Sunday, February 28, 2010
Yo también fui victima de un Secuestro Express
Por: Germán G. Carías Bermúdez
Corría el año 1993 en ese momento me sentía dueño del mundo al recibir un ascenso como Gerente Regional de Ventas en Laboratorios Elmor S.A., mi trayectoria como Visitador Médico había estado llena de triunfos logrando ganar tres convenciones de ventas. Fue totalmente emocionante el retiro de mi carro nuevo el primer cero kilómetros en la agencia Lumosa de las Mercedes, me dispuse a celebrar el Auto una tradición en Venezuela que nos hace augurar mejores vehículos en el futuro. Amigos y amigas compartieron conmigo ese día en una tasca en La Candelaria, libando y comiendo exquisiteces españolas que se consiguen en esa popular zona de la ciudad de Caracas.
Ya en el gimnasio donde acostumbraba ejercitarme ubicado en el Este de la ciudad de nombre Top Spa, realizaba mi rutina de pesas en el multifuerza cuando sentí un sudor frío que me estremecía y me sacaba de mis pensamientos. Tuve que parar y dirigirme a los vestuarios para darme una ducha, me senté en la cafetería donde tomé una bebida energizante que me cayó muy bien. En el ascensor que me transportaba hasta el estacionamiento comencé a recordar pasajes de mi niñez, como un video reviví el momento en que jugaba con unos compañeros el popular juego en esa época del escondite (una persona cuenta hasta cien con los ojos tapados, mientras los demás corren a esconderse para que después sean buscados; gana quien logre regresar al sitio donde se estaba contando sin ser descubierto). Me tocó esconderme con Silvia una morena simpática, con grandes ojos tapatíos y sonrisa amplia, mientras esperábamos en el lugar escogido por su frondoso ramaje ella comenzó a preguntarme ¿Tienes novia? La conversación fue entrando en calor hasta que culminó en unos acalorados y húmedos besos, sentí infinidad de sensaciones que antes no había experimentado. Intempestivamente el elevador se detuvo y frenó mi imaginación repentinamente, cuando me dirigía a mi automóvil tres veces se me cayeron las llaves y noté un cierto temblor en mis manos.
Me dispuse a viajar a mi hogar por la vía Panamericana ruta que tenia que usar cotidianamente, entré a la urbanización donde residía hacia mucho tiempo y desde que estaba ahí sentía seguridad. Ya más calmado por el ajetreo que se vivía en la Capital me relajé y comencé a tararear una canción que sonaba en mi radio, tomé de la guantera el control que abría la puerta automática del sector Cerro Grande. Con el carro totalmente parado esperé que el portón abriese completamente para continuar, al hacerlo aumenté la velocidad por la cercanía de mi casa. Fui interceptado por un vehiculo marca Sierra, color azul y con un choque en su parte delantera, cuando reaccione para bajarme y enfrentar al agresor fui encañonado con una pistola cromada que pusieron en mi sien. Eran tres individuos, el que me apuntó obligándome a bajar, otro tomó mi carro y el otro manejaba el auto al que fui introducido en la parte trasera con el hombre que mantenía en jaque mi vida.
Los agresores me advirtieron que si hablaba o ponía resistencia me iban a matar, me explicaron que venían de cometer un triple asesinato en Maracay. Sus instrucciones fueron que íbamos hacia mi casa y yo les abriría sin hacer ruido, preguntaron ¿Con quién vivía? A lo que respondí que me encontraba viviendo con mi Padre. Yo atravesaba un divorcio y me encontraba en la casa Familiar, mis padres también eran divorciados y por eso estábamos los dos solos. Al llegar a la casa nos dirigimos a la habitación de Papá e inmediatamente los secuestradores lo amarraron y amordazaron, los dos hombres que no me apuntaban escudriñaron todo el lugar tomando las cosas de valor. En ese momento pensé que me hubiese gustado estar en esta situación con mi Madre o mi Mami (mi Abuela) que seguro se hubiesen cambiado conmigo, para tomar el lugar donde me apuntaban a mi cabeza con una 9 milímetros y en cualquier momento se convertiría en el último día de mi existencia.
Los dos delincuentes que saqueaban mi casa literalmente fueron interrumpidos por el líder quien bailaba el arma entre mi cabeza, mi tórax y mi estómago, les explicó que tenía urgencia de ir al baño a evacuar el intestino y que uno de ellos debía seguir apuntándome. Ya en el cuarto destinado al sanitario presenciando un espectáculo nada agradable vinieron a mi mente más recuerdos, en mi casa se acababa de contratar una nueva muchacha de servicio que a simple vista daba la impresión de estar viendo a una niña. Dina tenía piernas bien torneadas y siempre vestía con diminutas faldas que resaltaban sus atributos, en mi cuarto a veces entraba a limpiar y yo me encontraba en la cama viendo la televisión y la vista perseguía esos muslos. Ella dormía en un cuarto que se encontraba colindando con la cocina y recuerdo siempre a Dina cortando cebollas y ajos para preparar el almuerzo, seria por eso que cuando estuvimos juntos en mi estreno sexual reconocer el olor en sus manos de estos vegetales. Años después comentaba a mis amigos que cuando olía un sofrito me excitaba y nunca me creyeron. Fui golpeado en las costillas para salir del cuarto de baño y el otro explicó que ya todo lo de valor estaba en los vehículos, el jefe me recordó que si trataba de gritar o hacer alguna tontería era hombre muerto.
Salimos de la casa y el que me apuntaba me dijo tranquilo tú carro va a aparecer, tú quédate sano sigue colaborando ya vamos a terminar. Al escuchar eso me vino a mi mente el modus operandi de los Secuestros Express, luego de tenerte retenido por varias horas te dejaban en un lugar y antes de retirarse te daban un tiro mortal. Los minutos parecían segundos, los segundos parecían micros segundos y sentía que ya no había tiempo, me acordé de mis hijos que aunque no mantuvimos una buena relación por el egoísmo de sus Madres me hubiese gustado despedirme. El carro se detuvo en una estación de servicio que estaba a la salida de la urbanización rumbo a Los Teques, eran altas horas de la madrugada y no pasaba nadie por el lugar. Me pidieron bajara del vehiculo y así lo hice, giré para que el impacto de la bala no diera en mi rostro, por alguna razón que desconozco se alejaron sin dispararme dejándome ahí parado, yo pienso que rompí algún record de velocidad pues corrí sin parar hasta mi casa que se encontraba por lo menos a dos kilómetros. Ya en el portón del Sector Cerro Grande mi vecina América Borregos me recogió y montó en su carro, fue la persona que se enteró de lo sucedido y salió en mi búsqueda cuando me vio me dijo Germán nunca supe cuanto te quería hasta hoy. Gracias a Dios estas bien.