Por: Germán G. Carías Bermúdez
Llegar a un País que no es el tuyo siempre despierta muchos sentimientos encontrados, dejas atrás una vida donde aprendiste tus hábitos, costumbres, maneras y como socializar. Te enfrenta a diferentes conflictos morales ya que tú estudiaste eres un profesional, trabajaste en grandes empresas a nivel de alta gerencia y vienes a trabajar de lo que sea con tal de subsistir. Muchas veces los que están por encima de ti en los trabajos son inferiores académicamente, pero en ese momento tú eres quien está llegando y quien se convirtió en ciudadano de tercera. Debes tragar grueso y echar para adelante porque no hay de otra, tienes que acostumbrarte a nuevos modos de vivir que a lo mejor no van con tus ideales. Pero tú tesón y tú experiencia te van abriendo caminos hasta que por meritos propios logras enclavar en el sistema, logrando surgir y emerger por encima de quienes antes te ordenaban.
En este largo recorrido he podido observar con asombro una triste realidad, muchos ciudadanos americanos viven en las mismas condiciones a quienes emigramos de nuestros países. Estos son personas que no culminaron sus estudios y enfrentan el hecho de subsistir peleando por los puestos que no requieren calificación, inclusive venden en pulgueros (mercados populares), hacen mandados, cortan césped, hacen remodelaciones y hasta se convierten en ropavejeros (hurgan en botaderos para conseguir mercancía). Son fracasados en su propia tierra por no asimilar los estándares que exigía la sociedad, esa desunión al camino escolar los llevó a convertirse en una de las partes mas baja de la cadena social. Ahora más que nunca entiendo que la única manera de poder triunfar en la vida es estudiar.