Wednesday, February 3, 2010

Época de Oro del Diario El Nacional de Venezuela

 
Miguel Otero Silva




Por: Germán G. Carías Bermúdez


Levantarse en la mañana en Colinas de Carrizal urbanización a solo veinte minutos de Caracas, era amanecer con frío y hasta la neblina podía cortarse con un cuchillo pero era sabroso. La quietud de ese ambiente de montaña ayudaba a la estabilidad emocional, aunque eran mis vacaciones escolares me preparaba para ir con mi Papá para el Periódico donde trabajaba. No era cualquier Diario se trataba del mejor de Venezuela, se trataba de El Nacional el referente noticioso obligado del venezolano, muchos lo comparaban a la arepa, a la empanada, a la Polar, a la cachapa y a cualquier icono de nuestra cultura. Su Director-Fundador el escritor Miguel Otero Silva (MOS) se aseguró de conformar el mejor equipo periodístico de todos los tiempos, entre sus Comunicadores se encontraban Abelardo Raidi, Ezequiel Díaz Silva (Moquillo), Arístides Bastidas, Eduardo Delpretti, Oscar Guaramato, “El Gordo” Pérez, William “El Chino” Becerra, José Sarda, Miguel Grillo  y Germán Carías Sisco mi Papá, quienes conformaban una verdadera cantera de estrellas del Periodismo.

















Abelardo Raidi segundo de izquierda a derecha












Aristides Bastidas


Ser Director del Diario El Nacional era un privilegio y un honor yo recuerdo cuando dirigió el timón el Ilustre venezolano Arturo Uslar Pietri solo por mencionar un nombre. Llegar a Puerto Escondido en un Ford Cortina de Papá era emocionante, recuerdo el aroma que se desprendía de los talleres donde se imprimía el rotativo era una mezcla de tinta y pegamento; todo el edificio quedaba impregnado de ese olor inclusive la redacción donde el sonido de las teclas de las máquinas de escribir era ensordecedor. Había un cuarto donde un aparato llamado Telex recibía noticias sin parar las cuales brotaban en hojas las cuales había que ir cortando porque se amontonaban en resmas inmensas de papel, me gustaba observar el cuarto de montajes de positivos donde se iba armando el matutino, sin duda yo tenia a primera mano la información la sabia antes que muchas personas eso era impresionante. Salir con Papá a cubrir un hecho noticioso era lo máximo, tenía que esperar a que entregaran las pautas y luego nos íbamos en uno de los vehículos del Diario. Los reporteros tenían que ir directamente a la fuente para cubrir el hecho noticioso, era una mística y transparencia que le daban sentido al trabajo Periodístico; diferente a nuestros días donde una persona con celular que tome fotos se convierte en reportero gráfico.
















  "El Gordo" Pérez



















Germán Carías Sisco


Una anécdota que me gusta mucho contar es cuando en uno de los vehículos de redacción íbamos; Miguel Otero Silva (MOS), “El Gordo” Pérez, mi Papá y yo, resulta que en un semáforo cerca de la avenida Baralt se detuvo el automóvil, MOS saco la cabeza y le preguntó al pregonero.
-         ¿Óyeme chamo tienes el Nacional?
-         No señor, pero tengo Ultimas Noticias
-         Entonces tú no estas en nada. Contestó MOS.



El Diario El Nacional en estos dias



El Nacional nos dio a los venezolanos una forma de vida, era el conversar en las escuelas los temas noticiosos del día. Era conformado por profesionales que respetaban al lector y nos mantenían unidos en el mismo sentir, vaya este humilde homenaje a esos grandes hombres que nos enorgullecían de ser venezolanos. Viva Venezuela Libre. 

 
Oscar Guaramato primero de izquierda a derecha





A continuación un escrito de Eduardo Delpretti con motivo de la muerte de Miguel Otero Silva.


Un verdadero compañero
Eduardo Delpretti


Cuán difícil resulta hablar de un compañero que se ha ido para siempre. Algunos lo
lloran y comprendemos ese llanto. Otros lo recuerdan y recogemos ese recuerdo. Nadie
lo puede creer. No fue sino ayer mismo cuando se le vio por la redacción. Compartiendo
noticias, buscando una foto, la mejor, la más curiosa, para desplegarla en la tapa del
Cuerpo C y hacerle una leyenda.

Ya habían pasado varios meses, quizá poco más de un año, desde que regresó de uno de
sus viajes. Casi a diario daba una vuelta por Puerto Escondido, hurgando gráficas,
redactándoles un texto. Como antes, como en tiempo de inicios del diario, cuando
siendo hijo del dueño-fundador era un reportero más, no el hijo del patrón como lo
habrían visto en cualquier otra empresa, ni el dueño del periódico años más tarde
cuando lo heredó de su padre. Un compañero, un guía, el capitán de una nave.
Abelardo Raidi es uno de los que lo recuerda.

-Miguel fue un periodista mañana, tarde y noche. Respetaba la autonomía de las
secciones. Cuando alguien le iba con un reclamo hacia la página deportiva, le decía que
hablara con Abelardo, que era el jefe. Recuerdo la única vez que me censuró una
columna, para salvarme de la cárcel. Acababa yo de salir de prisión donde me había
mandado Pedro Estrada. Lo que decía le pareció peligroso. Me dijo: no te vayas a
molestar conmigo, pero te quité una parte para evitar que te volvieran a mandar preso .
Arístides Bastidas también lo recuerda.

-Cuando Ezequiel Díaz Silva trabajó de corresponsal en Los Teques, fue reclutado en
1950 en plena dictadura. Tres años más tarde, hubo un acto en la Plaza Bolívar, donde
hablarían Ezequiel por los integrantes de la promoción de reclutas y el general García
Villasmil por los militares. El discurso de Díaz Silva imrpesionó, llamó más la atención
por su estilo y brillantez. Después Díaz Silva me confesó que ese discurso se lo había
escrito Miguel.

-Hubo cierto director prosigue con sus anécdotas que en ausencia de Miguel había
prohibido toda clase de juegos en la redacción. Aquí se jugaba ajedrez, cartas, dominó y
hasta beisbol. Un día ese director entró a la redacción y recibió un pelotazo de papel
bateado con una regla. Cuando iba a armar un lío, resulto que era Miguel que había
dado un jonrón y corría hacia la primera base.

Sandra enjuga una lágrima, mientras rememora uno de los más ambiciosos proyectos de
MOS como lo fue El Nacional en Occidente . La idea era tener más en el sur y, por
supuesto, el de Caracas, todos interconectados pero cada uno destacando su región.

-Llegaba temprano a llenar el crucigrama. Compartía con todos. Era uno más del
equipo. Una tarde nos reunió para decirnos que el proyecto había fracasado. Nos
informó de la situación existente. En eso sonó el teléfono y alguien alzó el auricular.
Llamaban de la Asamblea Legislativa de Maracaibo para informarnos que habíamos
ganado los premios de reportero y fotografía. Nada le dijimos. Miguel continuó con sus
explicaciones y como a los 15 minutos volvió a repicar el teléfono. Esta vez era del
Concejo Municipal para decirnos que los premios de reportero y fotografía habían caído
en El Nacional de Occidente . Ya no le ocultamos más ambas noticias y él compartió
con nosotros la alegría, como antes lo estaba haciendo con la tristeza de un proyecto que
llegaba a su fin.

Ya en Caracas, Sandra era delegada sindical por fotografía, cuando se discutía el último
contrato colectivo. A su memoria trae esos momentos.

-En esa oportunidad copiamos un poema suyo titulado: Las manos del rompehuelgas,
que escribió con motivo de una huelga petrolera. Cuando entró al edificio lo vio pegado
por todas las paredes y en una se detuvo a leerlo. Entonces se dio cuenta que había una
interpelación de líneas en un párrafo y se fue de sitio en sitio a corregir el error, sin
despegar los papeles de las paredes.

William Becerra teclea en la VDT su recuerdo. Miguel Otero al cumplir 50 años como
periodista, escribió una noticia en cada una de las diferentes fuentes.

-Becerra, me dijo Germán Carías, Miguel irá contigo a la rueda de prensa de Juan
Martín Echeverría en al PTJ. El iba alegre y yo orondo. Por el camino en tono amable
me indicó nada de presentaciones. Simplemente voy a funciones periodísticas, al igual
que tu . Fue un colega más. Así lo sentimos todos los reporteros que estuvimos en esa
rueda de prensa: Sandra Guerrero, Humberto Alvarez, Enrique Hernández, José Luis
Tinedo Mata y Alexis Rosas. Volvimos al periódico y me aconsejó: Lo importante en
una conferencia de prensa es lo que tú interpretaste y no lo que viene en boletines
oficiales .

MOS redactó su noticia. De la forma más tranquila se la leyó al chino Becerra y le
preguntó ¿Qué le parece?.

-Muy buena, le respondí. Y me dijo toma y fíjate si le falta algún detalle importante.
Hasta ese momento Miguel abría última página, pero de repente el sagaz Ezequiel Díaz
Silva se presentó con el tubazo del día y abrió a ocho columnas. Al otro día Miguel le
dijo sonriente: Moquillo , me tubeaste...Y todos soltamos la carcajada. Así lo
recordaré siempre , terminó Becerra.

Ana Cecilia Guerrero rememora que cuando finalizó su investigación sobre la historia
de El Oasis , revista literaria publicada en Barcelona en 1958, lo primero que hizo fue
consultarle si valía la pena su publicación.

-Don Miguel me revisó los originales y al cabo de un rato me indicó: Mija, ¿cómo es
que si vale la pena? ¡Claro que vale la pena! Este trabajo siempre quise hacerlo, pero
usted sabe, que entre tantas ocupaciones uno no termina de hacer lo que quiere. Le
pregunté si podría prologarlo y me contestó que lo lamentaba muchísimo, pues estaba
culminando La Piedra que era Cristo y cuando él escribía no quería oir ni una llamada
telefónica. Me recomendó a Alfredo Armas Alfonzo: El te hará un excelente prólogo .
Rosa Ustáriz tiene los ojos enrojecidos. Su voz se quiebra por momentos, pero acepta
contar sus recuerdos.

-No hace mucho se me acercó con una foto. Adivina quién es, me indicó: Es un galán ,
agregó. Le dije sí, será un galán de hace un bojote de años por la caja de fósforos que
tiene en sus manos. Ese galán soy yo , me señaló, y se echó a reir. En una oportunidad
me entregó solapadamente unos zarcillos de plata que trajo de México. Quería hacerme
una atención, pero sin que otros lo notaran. Otra vez pasó por mi escritorio y me
murmuró: Está usted muy repolluda . ¿Qué es eso?, indagué, si más bien estoy
rebajando y me aclaró que me dijo repolluda en el mejor sentido de la palabra, que para
él era estar hermosa.

Miguel López Trocelt relata que cuando Miguel Otero Silva fue nombrado por la
directiva de la compañía para reestructurar la redacción, se reunió con un grupo para
que le dijeran los problemas.

-A mí me pidió que escribiera una nota sobre el concurso a él le gustaban muchos los
concursos- de quién iba a ganar las elecciones norteamericanas, si Ronald Reagan o
Walter Mondale, que la hiciera sencilla, amena, que todos la pudieran entender. Cuando
le entregué la nota me dijo que estaba tan buena que era preferible publicarla en un
folleto y no en el periódico.

Compañero, amable, sencillo, creador, incentivador, amigo, leal, respetuoso, motivador,
colaborador. Eso y más se desprende de estos recuerdos.
Qué difícil fue escribir ayer sobre uno de nosotros que nos ha dejado para siempre. Pero
hubo que sacar ánimo del cuerpo, porque el alma estaba apesadumbrada.
©El Nacional
29-08-1985